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¿Somos ángeles o demonios?

viernes, 26 noviembre 2021 - 11:02
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    Por qué unas sociedades son capaces de generar bienestar y otras no? Hay una visión generalizada, pero errada que asegura que “el éxito de la organización social depende de la calidad moral de sus ciudadanos y el bienestar se alcanza cuando los ciudadanos abandonan el interés propio para buscar el bien común”. Esta visión obtusa, señala a los empresarios como causantes de los problemas sociales porque se preocupan de su propio interés, y cree que la intervención estatal es necesaria para impedir este escenario indeseable. Sin embargo, la realidad es totalmente distinta.

    En todas las sociedades existen personas virtuosas y viciosas. No es el carácter moral de los ciudadanos el que determina el resultado de los modelos económicos. La clave está en las instituciones en las que actúan las personas y cómo estas impulsan las tendencias positivas para la interacción social, al tiempo que limitan aquellas negativas. ¡No son los mejores jugadores los que hacen el mejor juego, sino las mejores reglas! (J. Buchanan).

    El desafío es encontrar esas reglas que permitan una interacción positiva en la sociedad superando dos desafíos: que no somos perfectos ángeles altruistas ni demonios egoístas y que nunca tendremos información completa al momento de tomar decisiones.

    Impulsemos las instituciones que maximizan las interacciones voluntarias, aquellas basadas en el beneficio mutuo (ej. cualquier compra o venta voluntaria en el mercado). Limitemos las interacciones basadas en la coerción estatal (ej. obligación de comprar lo que el Estado decida por nosotros).

    Las instituciones económicas que impulsan el bienestar se basan en: (1) el mecanismo de información de los precios que es un semáforo para coordinar las decisiones de ahorro, inversión y consumo; (2) la retroalimentación del mercado que vía utilidades impulsa aquellas actividades valoradas por el público y elimina aquellas no deseadas; (3) los incentivos como la propiedad privada que nos impulsa a invertir y producir sabiendo que vamos a cosechar el fruto de nuestro esfuerzo.

    En la medida que apostemos por las relaciones voluntarias, el espíritu emprendedor, la innovación y el comercio, nuestra sociedad prosperará. Si apostamos por la coerción y el estatismo, terminaremos ahogados por la hipertrofia regulatoria. No esperemos el nacimiento de una sociedad de ángeles para alcanzar el bienestar, bastará con que construyamos instituciones que estimulen lo mejor de nosotros y limiten lo peor.

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