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Aislamiento Endémico

jueves, 26 marzo 2020 - 12:29
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    Por: Alberto Acosta-Burneo
     
    El coronavirus no solo ha puesto en riesgo la vida de miles  de personas, sino que también está atacando los cimientos de  la prosperidad mundial. Para defendernos del virus nos hemos visto  obligados a refugiarnos en nuestras  casas, a reducir al mínimo la interacción con otras personas, a cerrar  las fronteras... Afortunadamente este aislamiento forzoso será temporal. Podemos confiar que la inteligencia humana y el avance de la ciencia  permitirá pronto encontrar una cura.
     
    Sin embargo, el aislamiento que  actualmente es necesario para evitar  la propagación del virus no es nuevo en el país. El aislamiento es una  tendencia endémica que nos impulsa a refugiarnos en el proteccionismo, los mercados cautivos, controles  a flujos de capitales, barreras migratorias, etc. Esta es una buena oportunidad para recordar qué políticas  crean prosperidad y cuáles la destruyen. Expliquemos.
     
    La vida en el mundo moderno se basa en la acción concertada entre  individuos o cooperación social. Los  individuos reconocen que cualquier  actividad realizada en cooperación,  bajo la división del trabajo, es más  efectiva que el trabajo aislado. Todos  nos necesitamos mutuamente.
     
    Si por el aislamiento, Pepe debe  sembrar sus propios alimentos y, además, dedicarse a su profesión de ingeniero, su productividad será baja. Reducirá el tiempo que puede destinar a  aquello que sabe: ingeniería. Lo mismo le sucede a Juan, quien sabe mucho de agricultura y poco de ingeniería. Es más eficiente que Pepe compre  sus alimentos a Juan, con amplia experiencia en agricultura, y que Juan  contrate a Pepe para que le construya una casa. Todos ganan de esta especialización.
     
    El aislamiento reduce las opciones de cooperación social. Nos obliga a dejar de comprar bienes y servicios del resto. El efecto inmediato es  la caída drástica en la productividad y  en el nivel de vida. En nuestro ejemplo, durante el aislamiento Pepe tendrá que dedicar parte de su tiempo a  cultivar sus propios alimentos reduciendo el tiempo que le puede dedicar a la ingeniería, bajando su nivel  de ingresos.
     
    Huyamos del espejismo de pensar que puede existir bienestar en  una “idílica sociedad primitiva” encerrada en sí misma. Ese tipo de organización social, que existió durante miles de años, mantuvo a los seres  humanos viviendo en pequeñas aldeas en un estado de pobreza extrema. Todos debían hacer las mismas  tareas, en vez de especializarse en  aquello en lo que se destacaban.
     
    Para elevar el bienestar, debemos  impulsar la iniciativa individual y la  cooperación voluntaria entre individuos. La globalización permite incrementar los beneficios mutuos de la  especialización: yo me dedico a lo que  soy bueno y compro al resto, aquello que ellos son buenos. El resultado  es un mejor nivel de vida para todos.  ¡Solo elevaremos nuestra capacidad de  generar bienestar, acelerando nuestra  integración con el mundo!  

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