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El cáncer no conoce diferencias

lunes, 2 mayo 2016 - 11:10
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María Belén Arroyo
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Alejandro Pérez
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La epidemia de la modernidad ataca a distintos estratos económicos y sociales. Historias de personajes de la vida política que lo combatieron. Un mapa del cáncer en Ecuador muestra cómo cambió la incidencia, en hombres y mujeres.

Silencioso. Nada le hacía sospechar que el tumor se enquistaba en su ovario derecho. Se enteró en octubre de 2012 que en su cuerpo crecía el cáncer y que debía luchar por su vida, mientras ejercía un cargo de elección popular: asambleísta por Pichincha.

Fue la víspera de un viaje familiar de vacaciones, que debió cancelar, cuando Betty Amores Flores enfrentó el diagnóstico. La noticia le provocó angustia e incertidumbre ante la posibilidad de faltar en su hogar, integrado por su esposo y dos hijas adolescentes –una de ellas vive con síndrome de Down–.


Como parte de su terapia, Betty Amores cuidaba
de las plantas y flores en su casa, en Los Chillos.
Foto: Segundo Espín

Es la primera vez que Betty Amores, quien hoy tiene 56 años, rememora este capítulo. Lo hace con reticencia. Un relato de esta índole despierta los extremos de la condición humana. Una reacción compasiva (“No viene al caso porque estoy sana”). ¿El otro lado de la moneda? La crueldad dosificada en 140 caracteres: por redes sociales, a través de Twitter, usuarios se lamentaron porque no había muerto. Esto ocurrió cuando la jurista reapareció en la vida política. Primero, cuestionó la enmienda constitucional. Luego, hizo público su apoyo a Compromiso Ecuador, que promueve la candidatura de Guillermo Lasso. “No dejé de ser de izquierda; pero el régimen de Rafael Correa olvidó los ideales que compartíamos en un inicio; quien cambió es él, no yo”.

El cáncer no conoce diferencias económicas, sociales o ideológicas. Amores había llegado a la Constituyente en 2007, y a la Asamblea de 2009, con Alianza PAIS. En enero de 2011 dio un paso al costado cuando se planteó la consulta popular, que reestructuró la justicia.

Por entonces llegó ante un Yachak (curandero kichwa) quien le advirtió que un dolor profundo, secuela de lo que ella había sentido como una traición, afectaba su matriz.

Un año más tarde, le extirparon los ovarios y el útero en una cirugía de nueve horas. Siguieron sesiones de quimio a fines de 2012 e inicios de 2013. A la segunda quimio se rapó el cabello, que se caía por mechones. Al Legislativo acudía con peluca, que hoy usa alguien que la necesita.

DE LA QUIMIO A LA CAMPAÑA

En plena batalla contra la enfermedad enfrentó la campaña para las elecciones 2013, en la que participó como candidata por Ruptura. No logró la curul.

Empezó una etapa de introspección. Sintió y lamentó “lo que dejé de entregar a mi familia, el tiempo que les quité a mi esposo y mis hijas por defender el proyecto en el que creía”. Su esposo y su hermana fueron el puntal de su recuperación. Su hija mayor, Pamela, le ayudaba a no perder el sentido del humor. Ella decidió no enfrentar la situación como una tragedia. Su pequeña Camila, la menor, la cuidaba con ternura.


Oswaldo Larriva, asambleísta azuayo.
Foto: Cecilia Puebla

Hoy agradece a la vida la segunda oportunidad, que a muchos enfermos de cáncer les es negada. En 2014, mientras Betty Amores se recuperaba, Manuel Chiriboga Vega perdía la batalla a los 63 años. Antes de morir de cáncer, el sociólogo y experto en comercio exterior había escrito en una columna de “Despedida” que estaba en paz con su vida y lo que había vivido, advirtiendo que se preparaba “para lo que será el final”.

Oswaldo Larriva Alvarado, asambleísta azuayo quien llegó a la Asamblea por AP, fue diagnosticado años atrás con leucemia. “En vez de preguntar ‘por qué a mí’, ‘qué hice para que pasara esto’, averigüé qué hacer para sanar, y estoy aquí, en franca mejoría”.

La suya es una voz agradecida por el trabajo de Solca (Sociedad de Lucha contra el Cáncer), donde asegura haber recibido un trato amable. Larriva relata a Vistazo que ha recibido muestras de cariño. Al compartirlas, no contiene las lágrimas. “En Molleturo (Azuay) una mujer humilde me contó que había pagado una misa para mi recuperación”.

Estos no son los únicos rostros familiares que han combatido la epidemia de la modernidad.

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