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Especial 10 años: Una política a correazos

sábado, 21 enero 2017 - 08:49
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El país quería un milagro; el candidato prometió redención. Hace medio siglo Ecuador eligió un profeta como gobernante (Velasco Ibarra). En 2006, tras una década de inestabilidad y crisis, escogió a un líder mesiánico que se presentó sin el pecado original de un pasado político. Redentor de la nación. Refundador de la ‘Patria, Tierra Sagrada’. Hombre de clase media-baja, que cambió su destino con sacrificio y estudio. Dueño de la verdad y la razón de Estado. Con esas credenciales llegó en enero de 2007 al Palacio de Carondelet. (Tomado del libro “De Velasco a Correa, insurrecciones, populismos y elecciones en Ecuador, 1944- 2013”, de Carlos de la Torre Espinosa). 
 
Prometió que estaría “cuatro años en permanente campaña”. A pesar de ser economista se equivocó en las cuentas: lleva 10 años y si para él empieza una pausa forzada es –posiblemente– porque en 2021 volvería a postular para la Presidencia. Quizás para largo. Esta podría ser solo una parada técnica. A lo largo de una década en el sillón presidencial, transformó la instituciona- lidad pública y convirtió las funciones del Estado en apéndices del Ejecutivo. Acumuló poder. Impartió lecciones de política, moral y economía a correa- zos y sabatinazos. Acusó. Redimió. Perdonó. Confrontó. Disfrutó de altos niveles de popularidad derivados de una personalidad carismática, pero también de la bonanza petrolera que acompañó los siete primeros años de su gobierno. 
 
“Los precios del petróleo pasaron de 52 dólares el barril en 2006 a 98 dólares el barril en 2013. Los ingresos por exportaciones de petróleo en 2011 cuadriplicaron los de 2006, de 3.200 a 13.000 millones”, según Carlos de la Torre Espinosa en la obra citada. 
 
“La popularidad es un componente fundamental de su gobierno, pero fue acompañada de un impor tante aumento del gasto público, que pasó del 22% del Producto Interno Bruto a casi el 45%”, explica Daniel Montalvo, investigador de la Universi- dad de Vanderbilt y experto en estudios de opinión pública. “Es como si yo, como jefe de mi familia, construyera una gran casa y comprara los mejores carros, esto me haría proyectar una imagen de riqueza, pero en algún momento tendría que pagar las facturas y las deudas. Eso está pasando en el país”.
 
Pese a su retórica y simbología de izquierda, su gobierno fue “La derecha disfrazada en el poder”, según el libro “El gran engaño”, de Diego Delgado Jara, exdiputado socialista y candidato presidencial en 2009. 
Imagen de Correa antes de ingresar a la Asamblea para su última rendición como Presidente en 2016. Foto: Flickr Presidencia
 
“En la propia hoja de vida de Rafael Correa, supongo escrita por él mismo y difundida en su página oficial de candidato en 2006, se menciona que entre 1984 y 1987 se desempeñaba como ‘Especialista industrial del Centro de Desarrollo Industrial del Ecuador (CENDES)’, en el Ministerio de Industrias, bajo el régimen de León Febres-Cordero”. Delgado resalta la colaboración de figuras de la rancia “partidocracia” en el gobierno de la Revolución Ciudadana.
 
“Tecnopopulista”, así lo define Carlos de la Torre en la obra citada. “En su oratoria y en sus programas de televisión y radio semanales, Correa compagina tecnocracia y carisma, presentándose como el profesor y redentor de la nación”. 
 
Desde la Universidad de Kentucky, donde es profesor, De la Torre explica a Vistazo que “El correísmo se articuló a través de la figura del líder; fue un movimiento creado desde arriba hacia abajo que, además de concentrar el poder, restringió las libertades de opinión y colonizó la sociedad civil reprimiendo y cooptando a los movimientos sociales. ¿Su mayor debilidad? La dependencia del líder. Cuando termine su período, tratará de gobernar por Skype”.
 
En un intento por caracterizar el modelo político, el académico y ex asambleísta César Montúfar lo describe como un “Régimen autoritario electoral”. Para configurar una democracia -argumenta– se requieren tres condiciones: elecciones libres, amplia protección a las libertades públicas; y, la existencia de un escenario electoral razonablemente equitativo.
 
Daniel Montalvo, quien también dirige el Centro de Investigaciones LAPOP, laboratorio de estudios sociales con sede en Nashville (Tennessee), explica que un balance positivo es el fortalecimiento de la institucionalidad y el aumento del apoyo al sistema político. “Aunque una institucionalidad no muy democrática, porque no es independiente. ¿Está al servicio de la ciudadanía? No estoy tan seguro. Es fuerte, pero al servicio de un proyecto político, que excluye a las minorías”.
 
Los estudios de LAPOP revelan un deterioro en niveles de tolerancia hacia las personas que opinan distinto. “La cultura política de los ecuatorianos retrocedió en este aspecto”.
 
El gobierno legitimó sus acciones y decisiones más de una vez en las urnas. Y a las urnas volverá el país en febrero para escoger entre el cambio o la continuidad del modelo político. 

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