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Donald Trump, el magnate del cambio

martes, 6 diciembre 2016 - 12:20
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Al igual que el Brexit, la variable que más define el resultado final de la elección de los Estados Unidos es la división entre los ciudadanos del campo (y/o pequeñas ciudades) y las grandes ciudades. Es entendible, los ciudadanos de los pueblos pequeños y del campo en Inglaterra, Estados Unidos y muchos otros países, se han sentido dejados de lado, han sido relegados del progreso, de la educación, de la salud, con carencias de infraestructura y sobre todo de empleo. Son ahora más pobres, con menos educación, menos oportunidades y menos ingresos.
 
En el reporte de ingresos de los últimos años en los Estados Unidos, todos los segmentos electorales han visto mejorar sus ingresos: latinos, mujeres, hombres, jóve- nes (aunque muy poco) pero, según el Wall Street Journal: “Los hombres blancos que no viven en ciudades grandes son el único segmento de la población que no ha visto mejorar su ingreso sino que por el contrario ha disminuido”. ¿Y cuál fue el segmento electoral que le da el triunfo a Donald Trump? Es este segmento de ciudadanos.
 
A diferencia de lo que muchos piensan, que todo lo que hacía Donald Trump era planificado y le producía grandes efectos, él era y es su peor enemigo. Cuando Trump era él mismo, sobre todo en los tres debates, bajó en las encuestas. Cuando se escuchó el video sobre su trato con las mujeres, también ocurrió lo mismo. Pero cuando apareció la declaración del director del FBI sobre los emails de Hillary Clinton, la atención pasó de Trump a Clinton (que al igual que él, tenía negativos muy altos de más del 60 por ciento).
 
Personalmente venía alertando en mis entrevistas de CNN que temía que las encuestadoras de Estados Unidos no estaban tratando con el problema del voto oculto. Nunca habían tenido que hacerlo anteriormente, como es más frecuente en América Latina. Al estar Donald Trump, este era un nuevo fenómeno de la técnica de encuestas, cuya metodología permitiría corregir esta desviación, que generalmente está en alrededor del 5 por ciento (dependiendo de la sociedad y las características de los candidatos en la contienda. En esta, los dos candidatos tenían negativos muy altos y Trump hacía que muchos sintieran vergüenza votar por él).
 
Los votantes de Trump se han sentido dejados de lado y excluidos por inmigrantes, políticos y minorías (homosexuales, afroamericanos, entre otros) que son los grandes actores de esta nueva sociedad diversa. Por eso vino el miedo. El miedo que ha perdido esa sociedad homogénea de la que eran los dueños, líderes, prósperos, relevantes y mayoritarios.
 
Hoy también esos pueblos tienen inmigrantes (documentados o no), frente a quienes ellos sienten que tienen incluso menos derechos. Además culpan a los ecologistas por el cierre de minas de carbón en Ohio y otros Estados.
 
A eso se suma el desarrollo de los medios de comunicación e Internet, que acerca los problemas del mundo y el estilo de vida de las grandes ciudades con su prosperidad y diversidad. Eso les asusta mucho en Inglaterra o Estados Unidos, y quieren que un líder les devuelva el país que temen haber perdido. 
 
 
¿Y cómo los conquistó?
Con demagogia por supuesto: “Yo les devolveré el país que han perdido [...] yo les devolveré los empleos que han perdido”. Empleos en las fábricas y minas que han cerrado. “Y construiré un muro para que no vengan más inmigrantes y a los que están aquí, los voy a controlar”. Donald Trump conectó emocionalmente con ellos y representó su frustración, su complejo, y hasta su ira.
 
Trump se enfrentó a aquellos que esos votantes sienten los miran con condescen-dencia y los han excluido: los magnates del mercado financiero (que los demás sienten que les robaron su progreso y su dinero), y los arrogantes (por alcurnia, dinero o intelecto). Porque irónicamente, si bien Donald Trump es un hombre muy rico (así parece), no es parte del mundo económico que ellos resienten. Por el contrario, lo han margina- do a pesar de ser blanco y rico porque no tiene la clase y la sofisticación que demanda pertenecer a ese grupo de poder (sobre todo en la ciudad de Nueva York). 
 
Y luego la joya de la corona
El ‘establishment político’. Hillary Clinton personificaba lo político y a los políticos. Su experiencia, que era su gran activo, se convirtió en su debilidad. En esta elección, los votantes dijeron desde el inicio no a los Clinton y los Bush, que habían dominado la escena política por 30 años. La verdadera revolución de esta elección se da en términos electorales pero no en términos de la estructura en sí de poder.
 
Para que un líder populista y antisistema prevalezca al igual que lo hizo Hugo Chávez, otros deben cambiar esa estructura política (o pactar con ella). Si Donald Trump es inteligente, pactará con ella porque no les puede quitar el poder y no puede llamar a elecciones anticipadas del Congreso y Senado (como lo hicieron Chávez, Correa y Morales) para verdaderamente cambiar la estructura de poder político. Pero además (y de nuevo a diferencia de estos), Estados Unidos no vive el apogeo económico que vivieron muchos de los países de América Latina gracias a los in- creíbles recursos económicos por la subida de los precios de las materias primas.
 
Por eso, pienso que Donald Trump pactará y gobernará con ellos. A no ser que no pueda demostrar la misma habilidad que demostró en la campaña. De ser así, su historia política será muy corta y sin mayor huella.
 
 
Luego la táctica
Al mismo tiempo que apareció la declaración del FBI, quizás golpeado por su enorme caída en las encuestas, Donald Trump acepta el consejo de sus asesores y comienza nuevamente a hablar con discursos escritos, centrado en el mensaje central y efectivo.
 
Recomiendo ver el último spot de TV: “Donald Trump’s Argument For America” que es además el texto de uno de sus mensajes de los últimos días. Está totalmente enfocado en dicho mensaje que le da el triunfo: el cambio. El cambio era recuperar el país para aquellos ciudadanos blancos del campo y las pequeñas ciudades, marginados del progreso económico y social por los inmigrantes, el statu quo, los ricos formales y sobre todo los políticos. 
 
 
*Roberto Izurieta. Director de Proyectos para América Latina en la Escuela de Gerencia Política de la Graduate School of Political Management de The George Washington University en Washington, D.C. Es analista político de la cadena CNNenespañol. Ha sido asesor de los presidentes Jamil Mahuad en Ecuador; de Alejandro Toledo en Perú, de Vicente Fox en México, de Álvaro Colom en Guatemala y de Horacio Cartes en Paraguay. También fue parte del equipo de la campaña de Enrique Peña Nieto de México. Ha escrito “Estrategias de Comunicación para Gobiernos”, y “Cambiando la Escucha”, libros vendidos más de cien mil copias.
 

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