La nueva prueba “Ser Bachiller” 2016-2017 fue más allá de la parte académica e incluyó al antiguo ENES, un examen de aptitud abstracta. Fueron 155 ítems de evaluación que definieron el puntaje para postular a la universidad.
Kevin Yépez se graduó en Ciencias en el colegio arquidiocesano Cardenal Bernardino Echeverría de Guayaquil. Su aspiración era obtener una ingeniería en la Politécnica del Litoral.
A pesar de que sacó una nota alta, ésta no le alcanzó para su objetivo. Su alternativa fue dividirse entre estudios de comunicación a nivel tecnológico y continuar con su pasión: la música. Para los bachilleres, entrar a una universidad pública se volvió más necesario pero al mismo tiempo más complicado.
Hasta 2006 a la matrícula universitaria accedía el 33 por ciento de la población estudiantil. En la Constitución de Montecristi y dentro de la filosofía del Buen Vivir, el Estado garantizó la gratuidad de los estudios superiores. Esto hizo que en 2011 se llegue a un pico: la matrícula universitaria alcanzó el 42 por ciento. En ese año nacen las pruebas a los bachilleres que se convierten, en la práctica, en los exámenes de ingreso a la universidad.
De la mano del INEVAL (Instituto Nacional de Evaluación Educativa), el primero en aparecer fue el ENES, un examen de razonamiento abstracto que determinaba el perfil de interés y las habilidades del estudiante. El resultado fue inmediato. Un estudio de la Universidad Andina Simón Bolívar revela que en 2014, al segundo año de aplicación, la matrícula universitaria había bajado al 29,7 por ciento, menos que antes de la Revolución Ciudadana.
En una segunda etapa, el ENES fue reemplazado por otra prueba denominada Ser Bachiller cuyo resultado incluía temas de Matemáticas, Lenguaje, Ciencias Naturales y Estudios Sociales. Es decir un examen de evaluación de conocimientos adquiridos. La prueba empezó también a ser requisito obligatorio para la graduación.
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