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Por los sonidos de la Costa

jueves, 19 marzo 2015 - 01:59
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Schubert Ganchozo recorre el mundo con instrumentos de bambú y barro. Con ellos rescata los sonidos de los montuvios, tsáchilas, awá, entre otros grupos étnicos de la Costa.

“Yo soy la tercera generación de creadores de instrumentos de cuerda de la familia Ganchozo”, cuentaGanchozo, de 52 años. Su abuelo Sabulón, quien vivía en Calceta (Manabí), construía bandolines, bandolas y vihuelas. Las siguientes generaciones se enfocaron en las guitarras y requintos. Sin embargo, él siguió un camino paralelo y combinó las habilidades heredadas de su familia con sus investigaciones sobre la música de la Costa. De ese interés surgió su idea de construir instrumentos con caña guadua y barro. Materiales poco comunes para un lutier.

Con ellos dio sonido a sus composiciones que se inspiran en los géneros musicales del país, en especial de la Costa y de los montuvios, a más de los sonidos de la naturaleza. Sus melodías se han plasmado en siete discos. <strong>Mientras que sus nuevas producciones se enfocarán en la música de los chachis, awá, epera, tsáchilas, entre otros grupos indígenas de la Costa, y en melodías montuvias al estilo new age. Las canciones se difundirán en plataformas digitales.

ENTONANDO

El origen de su nombre no está relacionado con el compositor austríaco Franz Peter Schubert. “Mi padre era el bohemio de la familia. Él me puso de nombre Schubert porque en Manabí había un grupo musical que se llamaban Los Schubert”, afirma el músico guayaquileño.

Su pasión por la música tuvo su impulso cuando uno de sus tíos le regaló su primer requinto. Desde ese momento, no se separa de las cuerdas ni en finados. “Nos reunimos en el cementerio y llevamos 20 a 30 guitarras para tocar a los familiares fallecidos. Les tocamos canciones que les gustaban a ellos: ‘Faltándome tú’, ‘Rosario de besos’.

Tampoco lo hizo cuando decidió estudiar Arqueología en la ESPOL. Schuberth egresó de esa carrera, en la que se interesó en las culturas preincaicas de Las Vegas y Real Alto, las cuales habitaron lo que ahora es la provincia de Santa Elena.

A LOS CAÑAVERALES

Por un tiempo hizo música con sintetizadores y computadores. En 2003, durante una presentación en la Plataforma del MAAC, en Guayaquil, no se prendieron sus equipos. A partir de ese momento se cuestionó por qué depender de una tecnología extranjera para sus melodías. Por eso se interesó en desarrollar sus propios instrumentos musicales, desde la materia prima hasta la producción sonora.

En base a sus estudios históricos sobre la Costa ecuatoriana y en una investigación sobre las orquestas que usan bambú en Indonesia, Filipinas y otros países asiáticos encontró la respuesta: la caña guadua.

Tras varios intentos, de esa planta obtuvo la sonoridad esperada. Cada canuto se convirtió en una flauta montuvia. “Esos canutos ya tienen la nota musical entre sí y lo único que hacemos nosotros es hacer la sucesión de sonidos a través de los huecos”, señala Schubert. Para la creación de los instrumentos de percusión, conocidos como guaduas drums, se inspiró en el sonido que emite el golpe de dos tallos a causa del viento. Mientras que para la construcción de un xilófono o de una campana tubular se basó en el picoteo de un pájaro carpintero.

Con la unión de 94 instrumentos y 15 músicos, en 2005 se estrenó la Orquesta de bambúes Macolla. Para este año sumará otros instrumentos como las arpas circulares y las guitarras de tres y dos diapasones.

Tres años después creó Bambú Ensamble, conformada por siete intérpretes. Esta agrupación se enfoca en los amorfinos, versos característicos de los montuvios.

AL BARRO

Su siguiente paso lo dio en 2014. “Todos los instrumentos de barro fueron inspirados en las culturas precolombinas del Litoral ecuatoriano, entre ellos los Huancavilcas. Yo visité Cerro de Hojas, en Manabí, entre otros museos de sitio para reencontrarme con las vasijas”, cuenta el artista.

Entre ellos se destacan las cazuelas sonoras, que son cazuelas de pescado transformadas en instrumentos de percusión. Para elaborarlas se basó en su teoría de que el tamaño de cada recipiente produce una escala musical distinta.

También construyó las guitarras, los bajos y las baterías con arcilla. De la unión de estos instrumentos se formó Adobe Ensamble musical de barro.

SONANDO

“La mayoría que trabaja conmigo son músicos populares. Ellos son más versátiles. Tengo un par de amigos de la orquesta sinfónica que tocan aquí. Para ellos sí es un poco más complicado tocar por su formación”, afrma.

En vez de pentagramas, para los ensayos usan tablaturas. Éstas consisten en la mitad de notas obligadas a través de números y el resto es interpretación propia. “Aunque es la misma canción, en cada show la interpretación es distinta. Tiene variantes dependiendo del público y del ánimo del músico”, señala el compositor guayaquileño.

Su música ha sonado en China, Alemania, Catar, Estados Unidos, Corea del Sur, entre una docena de países europeos y asiáticos. Sin embargo, su tarea pendiente es llegar al oído de los ecuatorianos. “Que sepan que no hacemos folclore. Somos cultura viva y el legado tenemos que pasárselo a los que vienen”, concluye Schubert Ganchozo.

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