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Pateando a Tibán (y a mujeres en edad reproductiva)

jueves, 8 octubre 2015 - 08:38
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    Asambleístas de Alianza PAIS han justificado o explicado la agresión a Lourdes Tibán por ser lenguaraz, procaz y prosaica.

    “La violencia, incluso verbal, engendra violencia”, nos recuerda la grey de Correa, a medio camino de la solemnidad, la hipocresía y un cinismo que resultaría inverosímil, si no fuera por los ocho años que llevamos viendo y padeciendo cómo el socialismo del siglo XXI ecuatoriano, en nombre del progreso y la justicia, se trata fundamentalmente de la reproducción de uno de los más atávicos males de nuestra república colonial: la edificación de un nuevo privilegio, en este caso la elevación a aristocracia de una tecnocracia teológica.

     Si aplicásemos con rigor la sentencia bíblica: con la misma vara que mides serás medido, ¿cuántas patadas merecería el Excelentísimo Presidente de la República, tras 400 sabatinas dedicadas a desollar moralmente a sus opositores?

    El problema de los enfrentamientos Correa- Tibán no estriba en el gracejo de ninguno de los dos, sino en que uno es impune y la otra no. La iconoclastia: es decir, la falta de respeto a las imágenes sagradas, es uno de los tesoros de la democracia, ese artefacto que los marxistas cercanos a Lenin y Stalin y distantes a Rosa Luxemburgo han convertido en patrimonio liberal.

    Las recientes marchas y protestas revelaron el racismo y clasismo que habita en Alianza PAIS: dirigentes indígenas opositores, además de reprimidos, fueron vejados por su procedencia y ridiculizados por su aspecto. Admitamos que el léxico y la ignominia del maltrato y la discriminación contra los indígenas no son exclusivos de la militancia de Alianza PAIS; lo inadmisible es que un proyecto supuestamente socialista e igualitario no destierre, condene y persiga ese tipo de comportamientos.

    Ocurre que en estos tiempos hasta la igualdad sirve para someter. En su informe “Sexualidad y embarazo adolescente en el Ecuador: de la ENIPLA al Plan Familia 2015” (elaborado a instancias de la Fundación Donum, dedicada a una fiscalización ciudadana de las políticas públicas de salud en nuestro país), Cristina Burneo y su equipo desmontan cómo el correísmo ha condenado a la exclusión y al maltrato a poblaciones que, como las mujeres en edad reproductiva, por sus características y problemáticas, requieren derechos específicos.

    “Es necesario e imperioso aislar estratégicamente los problemas específicos de las mujeres de los problemas generales de violencia a fin de identificarlos en sus propios términos, única manera de contrarrestarlos (…) La noción de igualdad tradicionalmente presente en el discurso oficial actual invisibiliza, sin duda, estos problemas específicos”. (El informe puede descargarse en saludyderechos.fundaciondonum.org).

    La ENIPLA era una estrategia que pretendía asumir la realidad, no idealizarla, tal como proyecta el Plan Familia, donde “el afecto” y los “valores tradicionales familiares” instan a un deber ser católico y apostólico que, además de improcedente, viola flagrantemente la Constitución laica de nuestra República.

    En días recientes, más allá de si la polémica estuvo precocinada o no, tal como suelen hacer ese tipo de programas, me conmovió el apoyo recibido por una participante del reality show “Ecuador tiene talento” tras sufrir el acoso de tres cuartas partes del jurado por haber osado decir que no creía en Dios.

    Pero en medio de esos signos de apertura y tolerancia se colaron las instancias a aplicar una perversa Ley de Comunicación que viabiliza la sanción a un medio por el pecado de que uno o más de sus empleados propague el mismísimo credo de un gobierno que, en nombre de Dios, le ha puesto el grillete de la divina concepción a uno de los sectores más vulnerables de nuestro país.

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