<img src="https://certify.alexametrics.com/atrk.gif?account=fxUuj1aEsk00aa" style="display:none" height="1" width="1" alt="">

Oposición, unidad o muerte

jueves, 9 marzo 2017 - 12:09
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

    Las elecciones del 19 de febrero demostraron, una vez más, que el Ecuador no ha logrado construir un sistema de partidos similar al que tuvo entre 1978 y 2002. Es decir, que el poder sea administrado por cuatro o cinco fuerzas políticas, de más o menos el mismo peso electoral, con marcadas diferencias ideológicas (en el aspecto doctrinario), y arraigos regionales que les garantice sobrevivir, independientemente de sus éxitos o fracasos en una determinada elección. 
     
    Y no es que el sistema político que ahora se pretende edificar deba parecerse al que estaba vigente hace dos décadas. El problema radica en que buena parte de los líderes de hoy piensan que la sociedad ecuatoriana debe ser conducida como en los años 80 y 90.
     
    Las elecciones presidenciales y legislativas de 2013, así como las de este año, explican que por fuera de Alianza PAIS hay muy poco espacio para un sistema multipartidista. En ambas contiendas, solo CREO, la agrupación del hoy candidato finalista Guillermo Lasso, tiene peso nacional. Más allá está el Partido Social Cristiano, con su corazón en Guayas, seguido de una estela de partidos y movimientos de todos los colores que gravitan muy poco en los ciudadanos.
     
    Muchos de estos dirigentes que perdieron en las urnas (Jimmy Jairala, Ramiro González, César Montúfar, Álvaro Noboa, las cabezas del ex MPD, el movimiento indígena, la familia Bucaram, los hermanos Gutiérrez o las bases de la ID) dirán que el Ecuador tiene el peor sistema electoral del mundo, por eso del voto entre listas en las elecciones parlamentarias. Además, que el método d’Hondt de asignación de escaños castiga a las minorías; y que esta realidad, sumada a la distritalización de Guayas, Pichincha y Manabí, pulveriza a quienes no están ni con el gobierno ni con el candidato de la derecha. También alegarán que sus agrupaciones representan a un 30 por ciento del electorado. Y qué decir del supuesto fraude electoral...
     
    Sin embargo, el diagnóstico nunca será completo ni útil, si estas dirigencias no entienden que la sociedad ecuatoriana, al estar dividida en correístas y anticorreístas, necesita un sistema bipartidista, que permita equilibrar el enorme poder de Alianza PAIS.
     
     
    Hace casi 25 años, Pachakútik, por ejemplo, irrumpió con el paraguas de la inclusión y el movimiento indígena se volvió indispensable en la política ecuatoriana. 
     
    Pero hoy las urgencias son otras. La democracia antes que discusiones bizantinas sobre izquierda y derecha, requiere mayores niveles de fiscalización, libertad y fortalecimiento institucional, en donde el consenso de las oposiciones supere las diferencias partidistas. El proyecto de la Unidad de Jaime Nebot o el que abanderó a Paco Moncayo eran recetas interesantes que sucumbieron ante la mezquindad y la miopía. Sus errores explican por qué Alianza PAIS se lleva la mayoría parlamentaria, pues su fuerza monolítica sale aventajada en el reparto de escaños frente a partidos atomizados y dispersos.
     
    Si las oposiciones, incluyendo el PSC, no se unen a Creo-SUMA en el Parlamento, su presencia será decorativa. Quizás la segunda vuelta –si Lasso gana la Presidencia- les demuestre que la gente busca una unidad pragmática y de largo plazo, por encima de las veleidades de tanto caudillo. 

    Más leídas
     
    Lo más reciente