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Coreografías

lunes, 23 febrero 2015 - 09:17
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    El cambio climático es un fenómeno natural que no perdona nada, ni siquiera la política. Cuando desde la montaña del periodismo se ven correr las aguas de todos los colores, con tan exaltadas crestas sobrecargadas de prepotencia, realmente en el fondo sabemos que hay que sentarse a la puerta de la casa para ver desfilar el último funeral político, de regímenes que se autocalificaban de ser la divina pomada y rascar la eternidad.

    Desde el irresponsable neoliberalismo a la criolla que quebró al Ecuador y llevó a la Argentina que dejó Carlos Menem a buscar comida en los tachos de basura, hasta el impertérrito socialismo democrático de la Venezuela Saudita de Carlos Andrés Pérez cuyos abusos germinaron el socialismo del siglo XXI del comandante Chávez que ahora bien maduro no le alcanza para papel higiénico ni condones.

    Es obvio y evidente que la coreografía está cambiando. Desde el decadente imperio de Bush junior que enloquecido por los petrodólares para las empresas multinacionales del entorno, permitió la insurgencia de dictaduras revestidas de democracia a nombre de un petrodólar profusamente asperjado aparentemente solo para los pobres, hasta la decisión imperial del primer afrodescendiente en la Casa Blanca que acompañado de los jeques sauditas han resuelto poner de rodillas a la soberbia de los petrodictadores.

    Este súbito cambio de vegetación en el entorno, donde reflorecen pétalos marchitos, está determinando que otro cambio de época haya empezado. No solo en el régimen putinesco de la fría y lejana Rusia sino también en los regímenes tropicales de la biodiversidad esplendente que permite socialismos del más variado pelaje. Desde antiguallas como el socialismo de estado hasta socialismos hermafroditas como el del siglo XXI pasando por una variopinta muestra de socialismos democráticos y socialdemocracias hasta los más sinceros que son simplemente socialistas acurrucados en un frente amplio que les permite disfrutar del cielo y el infierno. Todo lo cual desemboca en el más tórrido populacherismo.

    Este cambio paulatino de coreografía con una Cristina que se acostaba soñando en la reelección y ahora amanece relacionada con la muerte de un fiscal, hasta el prepotente Maduro que trinaba con el espíritu del comandante y que ha terminando expropiando las colas de los supermercados, es obvio que marca un cambio de época. Pero esto tampoco significa que todos están acabados y que vendrán mejores días eso hay que verlo y los hechos son los que hablan.

    Porque es decepcionante que este péndulo fatal de la historia y sus cambios climáticos termine favoreciendo a quienes ya tuvieron su oportunidad, cumplieron un ciclo, y es mejor que no vuelvan nunca más. Ahí está el meollo del asunto, porque si se percibe y se siente que son las mismas plantas carnívoras e idéntica maleza la que va a renacer el cambio de época corre el riesgo cierto y bien merecido de quedarse pasmado.

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