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Congeladora

jueves, 2 julio 2015 - 07:04
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    Correa ya lo dijo claramente en Montecristi, no dará ni un paso atrás. Y eso si es un problema porque la congeladora del Papa funcionará por pocos días.

    La ola de protestas ciudadanas levantada en el Ecuador al igual que en Brasil, Venezuela y Chile no llegará a convertirse en un tsunami político que arrase con todo. Dada la situación económica del país eso no le conviene a nadie y políticamente beneficiaría a la presunta víctima que así escaparía del caos.

    Por otra parte, no existen condiciones ciertas y objetivas que permitan esa situación. Por eso Correa reiteradamente habla del golpe blando, porque el duro no es factible. Según el manual del golpe de estado la sucesión presidencial constituye el golpe perfecto, que hasta el sistema interamericano lo ha sacramentado con la leguleyada de que los vicepresidentes fueron elegidos por el pueblo para suceder a los presidentes. Glas no lo va a aceptar ni tampoco la presidenta de la asamblea que resulta menor de edad para ese encargo, tampoco los golpistas quieren eso. Entonces esa posibilidad no existe ni como sueño de perro. De que asuman los militares cayó en desuso, la última dictadura de ese tipo hubo hace 40 años cuando toda América Latina era un gorilarium. El sueño trasnochado de un Clemente Yerovi que se encargue de la situación es casi un delirium tremens en la política de hoy. La posibilidad de que ocurra algo parecido al golpe de 2002 contra el comandante Chávez es una ridiculez en pleno, sería como si asuma el poder el presidente de la cámara de industrias y disuelva la asamblea para que a los tres días lo boten a patadas.

    Correa ya lo dijo claramente en Montecristi, no dará ni un paso atrás. Y eso sí es un problema porque la congeladora del Papa funcionará por pocos días, la del diálogo para “el país que queremos” con los amigos del trato es una humorada que solo funcionó 24 horas, para un acuerdo de trastienda con media docena de empresarios herederos que fueron desautorizados por el comité empresarial. En consecuencia, queda la vieja congeladora del estado de excepción con la militarización de la república para que a las 7 de la noche todos se encierren a ver telenovelas o a algo más placentero.

    Sin embargo, el problema no está solucionado porque se rompió el halo mágico que blindaba al autoritarismo gobernante. Y desde este ángulo ese autoritarismo, sin dar un paso atrás para que no le caigan a patadas en el suelo, debe evitar pasos hacia delante y dedicarse a navegar la ola con pragmatismo, si es que algo de eso aún queda, para concluir en paz con el país y consigo mismo. Eso no es nada difícil, es una cuestión de sabiduría. No más impuestos, no más leyes absurdas e innecesarias, ni insultantes despilfarros, ni inoportunas confrontaciones, simplemente la ordinaria administración que permita concluir el período de gobierno más largo de la historia sin ínfulas desorbitadas de querer cambiar la personalidad de la nación y el comportamiento de las familias. Obviamente que no dar más pasos hacia el vacío implica que se quede dormido el paquete de enmiendas constitucionales.

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