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Los sueños, sueños son

jueves, 20 agosto 2015 - 08:00
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    ¿Qué pasó con los sueños de Ecuador como centro logístico de primer orden, de ser el laboratorio de biotecnología viviente más importante del mundo, de ser exportador de software y tecnología?

    Para el Socialismo del Buen Vivir que el gobierno ha intentado imponer en sus casi nueve años en el poder, la inversión pública es la responsable de “sembrar” el petróleo para “cosechar” una nueva matriz productiva basada en el conocimiento. Suena bien, pero las cosas han sido más complicadas en la práctica.

    Para definir su estrategia de desarrollo, el gobierno contrató varias asesorías internacionales. En 2009, Hausmann-Klinger, dos economistas de la Universidad de Harvard recomendaron construir sobre los conocimientos existentes. Por ejemplo pasar de la producción de textiles a la producción de vestimenta. Advirtieron sobre el riesgo de dar saltos demasiado largos hacia producciones en las que el país no tiene experiencia.

    Al parecer esta opción pareció poco ambiciosa al gobierno que a través de Senplades contrató una segunda asesoría internacional en 2012, ahora de una empresa coreana Knowledge Sharing Program (KSP). Este nuevo informe concluyó que Ecuador debía orientarse a la exportación en estrecha colaboración entre gobierno y empresas. El Estado debía ser el proveedor de financiamiento barato y a largo plazo para fomentar la inversión privada. Pero esta opción tampoco fue la acogida.

    Este año se buscó una tercera asesoría que nos muestre el camino. Fue el turno de la empresa norteamericana Bain Capital que se enfocó en el potencial competitivo y escoger los sectores mejor preparados para la exportación y sustitución de importaciones. Esta propuesta mantenía al Estado a cargo de la conformación de las industrias básicas.

    ¿Qué tienen en común estas estrategias de desarrollo? Que ninguna fue llevada a la práctica. Al comparar la participación en la producción en 2014 en relación a aquella de 2006 encontramos sectores perdedores como: la extracción de petróleo, la refinación de crudo y la agricultura. Por otro lado, el gran ganador fue la construcción seguido por el suministro de electricidad, telecomunicaciones y administración pública. Las manufacturas prácticamente no tuvieron variación.

    Estos resultados son consistentes con un modelo económico de impulso de la economía a través del gasto público. Se han destinado importantes recursos para la construcción de hidroeléctricas, carreteras e infraestructura. Pero productivamente hablando, el país no ha cambiado más allá de un lamentable retroceso relativo en la agricultura.

    ¿En dónde quedaron los proyectos grandiosos: la mega refinería y centro petroquímico de El Aromo, la siderúrgica, los astilleros y la planta de refinamiento de cobre? ¿Qué pasó con los sueños de Ecuador como centro logístico de primer orden, de ser el laboratorio de biotecnología viviente más importante del mundo, de ser exportador de software y tecnología?

    En vez de voluminosos estudios, más eficiente hubiera sido crear un ambiente favorable a la inversión privada, abrir nuevos mercados para los productos nacionales, apoyar la transformación tecnológica y otorgar financiamiento abundante. Probablemente, esto habría parecido poco ambicioso para el gobierno que ha preferido volar más alto. Pero los sueños, sueños son.

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