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¡Pobres del Ecuador uníos!

jueves, 2 julio 2015 - 07:04
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    El legado más duradero de la revolución ciudadana no serán las carreteras, sino la lucha de clases cuya peligrosa semilla se está sembrando en los corazones de los ecuatorianos.

    El presidente Correa auguró: “Con los pobres unidos, ¡no hay quién nos pueda vencer!”. Explicó que no es posible que haya consensos entre “represores y oprimidos, entre esclavistas y esclavos”. Entonces, se debe rechazar la democracia burguesa de los consensos. La campaña electoral para las elecciones de enero de 2017 ha iniciado con una estrategia de confrontación.

    El escenario político ecuatoriano ha quedado claramente delimitado. Inspirados en Gramsci, intelectual marxista italiano, la lucha ya no será solamente por reivindicaciones económicas sino para superar la dominación política de la burguesía. Ecuador inauguró una abierta lucha de clases.

    En el extremo del cuadrilátero se encuentra el pueblo guiado por su caudillo hacia un futuro sin la “intolerable desigualdad”. Las primeras herramientas: más impuestos a herencias y plusvalía para quienes el Gobierno cataloga como ricos.

    En el otro extremo del cuadrilátero están todos aquellos opuestos al “gobierno del pueblo”: Los ricos que luchan en contra del “gobierno de los pobres por el delito de buscar algo de justicia social”, los grupos de derecha, de extrema izquierda y trabajadores no alineadas, en fin todo aquel que no “entiende” la misión del Gobierno.

    Luego de ocho años en el poder, el Presidente debió recurrir a la polarización como mecanismo para inspirar nuevamente pasiones entre sus electores (y odio en sus detractores). De ambos casos podrá sacar provecho: sus partidarios lo defenderán con un ímpetu encendido, mientras que sus detractores quedarán claramente identificados como contrarios a la justicia social. ¡Brillante la estrategia!

    En este escenario de crispación política que recién empieza, los dos proyectos de impuestos confiscatorios del Gobierno provocaron marchas masivas. El Gobierno acusó que el pueblo estaba desinformado y propuso un diálogo sobre el país que queremos.

    A pocos días de esta invitación, el Presidente continúa argumentando que es mentira que sus impuestos a la herencia y plusvalía afecten a los pobres y a la clase media. Es probable que las conclusiones del diálogo ya estén listas, pero se requiere un plazo de tres meses para que la maquinaria propagandista oficial rinda sus frutos en la opinión ciudadana.

    Para la oposición este diálogo es una trampa mortal. Los que acepten participar de buena voluntad terminarán legitimando el argumento oficialista. Aquellos que no se incorporen, serán estigmatizados de contrarios a la equidad social. El nuevo arsenal político del Gobierno es muy poderoso. Permite dividir la sociedad entre malos (ricos, según el Gobierno dos por ciento de la población) y buenos (todo el resto) y; entre pasado (tercerización y secuestro de la educación) y futuro (sin desigualdad).

    Una sociedad polarizada permitirá una victoria política al oficialismo, pero será una derrota para la sociedad ecuatoriana. El legado más duradero de la revolución ciudadana no serán las carreteras, sino la lucha de clases cuya peligrosa semilla se está sembrando en los corazones de los ecuatorianos.

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